La manera más tradicional de instalarlos, pues, es la obtención del código fuente de los sitios de distribución en internet, descomprimir, compilar e instalar. Esto en la mayoría de los casos genera las bibliotecas y los archivos de encabezado necesarios para utilizarlas, y las instala en el lugar adecuado para su utilización.
En este caso se juzgó conveniente utilizar paquetes precompilados en formato RPM. Esta decisión obedece a algunos criterios. El uso de paquetes precompilados ahorra tiempo y recursos requeridos para la compilación de las bibliotecas, lo cual es una ventaja dado que la capacidad del servidor es limitada, y la compilación de paquetes complejos puede llevar un tiempo largo. Como un ejemplo, la compilación del kernel de Linux tomó alrededor de 40 minutos.
Por otro lado, el uso de paquetes RPM facilita la administración del software instalado en el sistema, en particular las tareas de instalación, desinstalación y actualización, lo cual es útil en el caso de bibliotecas como PVM y MPICH, en caso de que se generen problemas o se requiera actualizarlas.
Finalmente, el formato RPM cuenta con capacidad de reubicación; esto es, proporciona facilidades para decidir bajo qué directorio se va a instalar el paquete. Esto es de utilidad pues se puede decidir que los paquetes queden instalados, por ejemplo, bajo /usr, que como se mencionó en la sección (2.2.9), es el directorio donde se puede instalar el software compartido por los nodos.